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Repensando la praxis

Repensando la praxis

La situación de alarma sanitaria generada por el Covid-19 y los casi dos meses de cuarentena a los que nos hemos sometido en España, han llevado al conjunto de la sociedad a plantearse que hay cosas que se pueden hacer de otra manera. Hemos podido comprobar cómo disminuye drásticamente la contaminación en tan solo dos semanas sin utilizar masivamente los coches o cómo los progresivos recortes en sanidad han tenido consecuencias dramáticas, poniendo de relieve la necesidad de reflexionar sobre cómo queremos que sea la “nueva normalidad” qué tenemos que empezar a construir ahora. Del mismo modo, es necesario que desde el ámbito de la salud mental analicemos el impacto que ha tenido esta situación en nuestra forma de actuar y nos replanteemos si, efectivamente, es posible hacer las cosas de otra manera.

Desde el modelo biomédico, las conductas o experiencias que se salen de la “normalidad” se plantean como una enfermedad, enfatizando el papel de la psiquiatría en el cuidado de la salud mental. Como consecuencia, el cuidado de las personas con diagnóstico de enfermedad mental se centra en la atención psiquiátrica presencial para seguimiento clínico y ajuste de la medicación, las citas con enfermería para administración de medicación inyectable y seguimiento de otras áreas de salud y con trabajo social para abordar la gestión de prestaciones, certificado de discapacidad y otras áreas del ámbito social. En situaciones valoradas como crisis graves, la prioridad es la hospitalización.Aún se sigue considerando como accesorio las intervenciones comunitarias y las centradas en la recuperación de la persona más allá de su evolución clínica.

La emergencia de una crisis como la que hemos tenido que enfrentar colectivamente nos ha demostrado que, cuando el ambiente presiona por fuerza para quedarnos en el repliegue de un domicilio y donde no puede activarse el botón de la tecla de lo “conocido” ante una crisis para ingreso hospitalario, resulta que se hace necesario innovar, que hay que buscar la creatividad para seguir dando contención y apoyo. El ingreso se transforma en otro escenario, este que llevan reivindicando las personas en primera experiencia desde hace tiempo, desde la sabiduría que otorga cuando uno lo siente en primera línea, apostar hacía que el cuidado debe prevalecer también en momentos agudos y que puede conseguirse y que evoluciona a positivo.

Así comprobamos que es posible atender a la persona en su domicilio, sin necesidad sacarla de su hogar y de su entorno.

Observamos cómo la atención psiquiátrica ha pasado de focalizar su atención en la presencialidad a llamadas más frecuentes por parte del profesional. Pareciera que los cuidados se tornan importantes, como la base y la urdimbre para todo  desarrollo. La vía telemática aporta esta ruptura de las relaciones de poder, fragmentando la visión que otorga el rol productivo/laboral y la verticalidad que esto puede reportar, para poder generarse un encuentro entre personas, una relación de ayuda de verdad y tal vez introduciendo elementos de una humanidad compartida.

Las predicciones sobre la salud mental de las personas que ya tenían diagnósticos previos eran muy negativas, sobre todo teniendo en cuenta que hablamos de una situación de pandemia mundial, incertidumbre y aislamiento, a la que se le suma la imposibilidad de acudir al psiquiatra o al hospital. Pero, ¿estábamos en lo cierto?

Tal vez es momento de analizar con detenimiento la capacidad de adaptación y protección de las personas diagnosticadas frente a las que, aún aparentemente libres de síntomas clínicos, nos hemos visto abocadas a una realidad desconocida y desconcertante. Puede que estemos ante un escenario idóneo para ampliar nuestra comprensión de ciertas manifestaciones que, exentas de un marco contextual más amplio, nos parecían deficitarias e incapacitantes.

Quizá encontremos en esa búsqueda las claves para la mejora de la atención a la salud mental de toda la población, incluyendo la comprensión del impacto sobre población mentalmente sana de condicionantes sociales devastadores y las reacciones humanas a situaciones inciertas. El cuidado del Otro como esencia de la revisión de nuestros modelos de atención antes del confinamiento colectivo.

Y es que, como decíamos, quizás ha tenido que venir un acontecimiento tan inesperado de tal calibre, que permitiera introducir elementos que nos ayuden a pensar en el tipo de trato y tratamiento que llevamos. A poder pensar qué, modificando características del ambiente y del profesional, surgen otras respuestas que nos llenan de esperanza. A poder indagarse sobre la oportunidad que ofrece la palabra, cuando esta es pausada y se hace presente con discursos que van más allá de la pregunta hilada a la ingesta o no del tratamiento farmacológico. Que podamos entender que la palabra unida al interés manifiesto por la vida del Otro, por su cotidianeidad, por su rutina, por aquello que hace y como lo significa, por cómo se vive este tiempo y qué aprendizaje aporta, trae un resultado bidireccional de enriquecimiento.

Esta situación excepcional nos trae la oportunidad y casi los albores de la evidencia, que pueden darse otras formas. Nos trae que las personas somos capaces de adaptarnos, flexibilizar y sacar enseñanza, también aquellas que se suponen ser únicamente receptoras de consignas. Que las personas en atención a su salud mental desarrollan habilidades y destrezas que ponen en juego de manera naturalizada, sin necesidad del uso de formas de inducción o maneras de coacción blanda. Y que aquellos cuadros de aislamiento social, les ha proporcionado sentido de pertenencia contra todo pronóstico. Lo telemático nos ha traído escenarios de indagación y sorpresa. Nos ha facilitado la oportunidad de poder evidenciar, que hay que seguir experimentando en canales de apertura emocional y funcional. Algo de lo que sucede fuera de la imagen, actúa y tal vez la persona se perciba colocado en otro lugar menos ansiógeno, permitiendo que fluya un sentido más conectado a aspectos más nucleares de indagación y de introspección.

Este tiempo de confinamiento y desescalada nos traen la necesaria premisa de revisar formas de actuación, en el trato y tratamiento. Necesarios espacios donde poder pensar para poder volver a una “nueva normalidad”, también en el cuidado de la salud mental.

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