Reflexiones al hilo de las noticias…
“Algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio” (Camus, A. 1947)
Pareciera que poco hemos replicado del sentido de humanidad y solidaridad que Albert Camus reflejaba en su obra La Peste, basada según parece en una epidemia de cólera que sufrió la ciudad argelina de Orán durante 1849 tras la colonización francesa, a pesar de ser una obra ambientada en el siglo XX. Una ciudad que había sido diezmada por varias epidemias en numerosas ocasiones, antes de que Camus publicara su novela.
Nos atraviesan a diario noticias relacionadas con formas de Estigma asociado a partes de población que, ya sea por su condición de trabajador/a o por su situación de diversidad, generan una respuesta social de rechazo y exclusión. Es curioso como el ser humano pareciera necesitar dosis de estigma para ser depositados en núcleos concretos de población con el fin de poder seguir señalando lo que se supone no integra, no suma y que resta a ojos de quien lo efectúa.
Paradójicamente el estigma es depositado en personas y en núcleos de población que son los que por un lado, aportan la necesaria supervivencia en artículos básicos de consumo y en aquellos profesionales que gracias a su vocación de ayuda, contrarrestan los efectos nocivos y muchos de ellos mortales que nos trae el Covid. Por otro lado, un estigma depositado en personas con necesidades especiales que necesitan ser tildados y señalados como si de la letra escarlata se tratara, para poder cumplir con la “norma”. Debe ser que la ambivalencia forma parte de lo intrínseco al menos del neurótico, que por un lado compadece a aquel que trae una etiqueta diagnóstica y por otro le reclama que “se comporte”, que no vaya a ser que consiga más beneficios que aquel que no la tenga…como si fuera una suerte añadida a su condición de vida ya de por si compleja.
Parece que poco aprendimos decíamos, de aquello que Camus planteaba y nos hacía sobrecoger ante la belleza y solidaridad que generó lo adverso. Y es que pensar en términos de ayuda, es poder salirse de uno mismo para poder acoger la idea de ser parte de un todo y de una humanidad compartida. Poder abandonar el ombligo de uno para saberse ombligo de todos. Una forma de entender que señalando a una parte, nos señalamos todos.
Y si bien el miedo es libre, lo es también el modo en que nos enfrentamos con lo diverso y lo desconocido. Tildar con el estigma social a una parte de la población que si algo hace es el sentido de ayuda, es proyectarnos hacia una individualidad carente de sentido. Es reducir nuestra mirada humana a la propia miseria y a la falacia en el pensar que a uno puede estar fuera de toda suerte de etiqueta. Que uno sale indemne. Sin percatarse ni darse cuenta, que el ser humano está destinado a ser social, a necesitar del Otro y de aquello que el Otro proporciona. Es dejar de aprender que en lo diverso está la riqueza, que lo multi suma y no resta. Que la letra escarlata ya no se requiere y que tal vez no hubiera que salir del armario de ninguna manera, señal de que la sociedad es inclusiva y no excluyente. No haría falta generar caminos para la inclusión porque la inclusión sería el único camino y poder pensar que las personas podemos seguir aprendiendo y admirando la capacidad de resiliencia, solidaridad y humanidad que Camus defendía, frente a la codicia y el individualismo que nos nubla la visión.
Camus, A.,(1947). La peste. Ed. Gallimard